lunes, 9 de septiembre de 2013

El gusto de escribir.

Hay algo que, desde mi experiencia como escritora, siempre me ha pasado. En los momentos en los que se escribe sobre reflexiones, o simplemente descripciones de algunas sensaciones o lugares en las que influye nuestra opinión como personas, se disfruta mucho.
Aportar tus conocimientos y pensamientos sobre diferentes temas, y que luego las demás personas lo lean, y tal vez se sientan identificados con ellos siempre ha sido para mí algo maravilloso. 
Determinados escritores, escriben una historia, con introducción, desarrollo y desenlace, y muy buen argumento, pero simplemente para introducir en ellos reflexiones que ellos mismos tienen. Un ejemplo de ello, sería por ejemplo Isabel Allende, la cual me gusta bastante, dándose a ver en su mayor plenitud en el libro La Casa de los Espíritus.
A veces, cuando no sé como inducir a un personaje a que piense determinadas cosas, empiezo haciendo que se plantee diferentes cuestiones. Tal vez sin sentido, como apreciar el tiempo que hace, y explicar si le gusta o no. Pero, sirven como un buen comienzo, introduciendo al lector en la forma de pensar del personaje, haciéndole sentirse más cercano, además de ser una buena práctica como escritor.
También están los casos en los que creamos un personaje que posee una forma de pensar que difiere al completo de la nuestra. Estos casos son los más difíciles de escribir, puesto, que sin tener referencia alguna, tenemos que crear el cerebro entero de una persona, unas bases y pilares básicos que nosotros no comprendemos, forjando un avanzado conocimiento, sin dejar al personaje escueto en cuanto a ideas, de las cuales luego nosotros mismos tendríamos que investigar, puesto que no tenemos ninguna idea de la que hacer referencia.

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